Bienvenidos a Encuentros de Cine, un pequeño rincón cinéfilo ...

23 mayo, 2013

Hacia el asombro… otra vez.

Por Clara Martínez Malagelada
Publicado el 20 de Abril de 2013 en Under Magazine



Si observamos la filmografía de Terrence Malick nos daremos cuenta de que, de un tiempo a esta parte, el director ha pisado fuerte el acelerador. Recordemos que, desde 1973, año en el que dirige su primer largometraje, Badlands (Malas Tierras), hasta 2011, fecha que abre, con The Tree of life (El árbol de la vida), el comienzo de una etapa mucho más prolífica, Terrence Malick sólo ha dirigido tres largometrajes más: Days of Heaven, 1978 (Días del cielo), The Thin Red Line, 1998 (La Delgada Línea Roja) y The New World, 2005 (Un nuevo mundo). Cuatro películas en treinta y dos años. Sin embargo, desde 2011, ha estrenado dos obras y otras tres se encuentran en fase de post-producción. Cuanto menos, sorprendente.
En esta ocasión llega To the Wonder, la obra que dejó helada a medio Cannes un año después de que El árbol de la vida recibiera la Palma de Oro. Lo que son las cosas. A Malick parece pasarle algo parecido a Kubrick y su 2001, Una Odisea en el espacio: genera incomprensión, desconcierto, extrañeza… y conduce a posturas muy opuestas, a la admiración o al rechazo. Pero lo cierto es que Kubrick no rodó más de una odisea en el espacio…
Protagonizada por Ben Affleck, Olga Kurylenko, Rachel McAdams y Javier Bardem, To the Wonder narra la historia de amor-desamor entre Neil, un desganado aspirante a escritor, y Marina, una joven madre europea. Al mismo tiempo, el sacerdote Quintana duda sobre su propia vocación. Nada fuera de lo común. Sin embargo, la forma en la que Terrence Malick filma y, sobretodo, edita, su película, es lo que convierte la historia en una experiencia distinta. Y es que, desde los inicios de su filmografía, el director norteamericano ha dado muestras de ser un gran creador de atmósferas, de sensaciones. De hecho, en sus dos recientes trabajos Malick ha llevado dicha capacidad al límite, convirtiendo sus imágenes en trazos metafísicos.

Terrence Malick sabe sacarle partido al mundo digital. Tras filmar horas y horas de video – y prescindiendo incluso de varios personajes – To the Wonder adquiere la forma de un gran collage. Trozos de metraje rompen con la continuidad espaciotemporal – nada de presentación, nudo y desenlace – y, acompañados de una banda sonora de poema sinfónico, generan una sensación de desubicación casi constante. Entre París y Oklahoma, retales de amor, infidelidad, soledad, sufrimiento… laten prácticamente en silencio. Al igual que El árbol de la vidaTo the Wonder se convierte, también, en una poderosa obra visual, gracias a su colorida fotografía de contemplación.

Destaca el laborioso trabajo de edición, no sólo por la propia discontinuidad del montaje, – ni siquiera por las horas de material condensado… – sino porque es a través del corte y la yuxtaposición de planos como el director sugiere, insinúa y, sobretodo, nos lleva a reflexionar. Caricias, cuerpos, miradas, juegos de niños… habitan en un gran lienzo de paisajes y espacios abiertos.


Malick invita al espectador a participar del asombro por las cosas más cotidianas. En un sentido heideggeriano – ya sabemos que Heidegger es el filósofo de cabecera de Malick – el asombro es la disposición en la que y para la que se abre (el hombre) al ser del ente. Y es en dicha apertura que se dirige al fondo de lo acostumbrado, ese fondo, que hasta ahora permanecía obvio y oculto, de pronto aparece como algo absolutamente no-obvio e insólito. En cuanto el fondo pierde su obviedad, con él cambia también el ser humano mismo[1]. Y es que, precisamente, ¿no trata To the Wonder – wonder: “preguntarse”, “maravillarse”, “sorprenderse”, “asombrarse” – de instalarnos en ese asombro? ¿no busca despertar en nosotros el asombro filosófico que desata la sed de saber, propia de la curiosidad? Al fin y al cabo, como dijimos al comienzo, no hay nada fuera de lo común en esta doble historia de pérdida de fe. Pero sí lo hay en el modo en que despierta en el espectador esa maravilloso extrañamiento ante lo bello y cercano.


No es la primera vez que una película de Terrence Malick da lugar a interpretaciones semejantes. En sus anteriores obras, recordemos La delgada línea roja, por ejemplo, también hayamos formas parecidas – destellos de emociones, trozos de instantáneas, preguntas en off, imágenes evocadoras -, un estilo que predominará a partir de El árbol de la vida. Si en aquella ocasión se centró en la mirada infantil que descubre los misterios del mundo, ahora lo hace en el complejo universo adulto.  Sin embargo, en mi opinión, To the Wonder no logra transmitir la fuerza de aquella otra. De hecho, el mayor problema de To the Wonder es El árbol de la vida… porque hay algo de disfraz en esta – ya no tan nueva – incursión metafísica malickiana… Sí. Las imágenes nos suenan ya. También algunos planos. Y, aunque el trasfondo sea distinto – el argumento, podríamos decir – tanta repetición formal le resta verosimilitud.
Tras El árbol de la vida y To the Wonder, y, sabiendo que Terrence Malick cuenta con material como para hacer media docena de películas más, sólo podemos desear que el director norteamericano nos sorprenda como lo hizo con El árbol de la vida, porque, a veces, reinventarse no está reñido con mantener nuestro sello personal. Y si no, miren el último trabajo de Abbas Kiarostami.

[1] Habitar el asombro, Crescenciano Grave


No hay comentarios: