Por Clara Martínez Malagelada
Publicado el 8 de Mayo de 2013 en Under Magazine
Publicado el 8 de Mayo de 2013 en Under Magazine
Seguramente Isabel Coixet haya logrado hacerse ya con aquello que todo autor persigue o, inevitablemente, consigue: un sello personal, un universo propio y reconocible. Aspectos – formales, de contenido… - que se repiten, distintamente, en cada una de sus obras. Desde la galardonada Mi Vida sin mí, 2003, hasta su Ayer no termina nunca, 2013, – sin dejar de lado sus muchas otras incursiones en el audiovisual – el ‘Mundo Coixet’ es una realidad que mueve tanto a sus admiradores como a detractores. De hecho, su última propuesta no ha defraudado a ninguno de ellos. La nueva película de la directora catalana ha suscitado polémica desde que inauguró la pasada edición del Festival de Cine de Málaga.
Ayer no termina nunca narra el reencuentro de dos vidas, víctimas de la situación política, económica y social de la España actual. Tras cinco años de silencio, la pareja formada por Candela Peña y Javier Cámara se cita con un funcionario en una nave de Barcelona para tramitar papeles. A la espera de su llegada, ambos tratarán de responder a las muchas preguntas que les han separado durante este tiempo. Paralelamente, imágenes en blanco y negro representarán su mundo interior, mientras que otras en color- atardecer recordarán la felicidad de la pareja.
Tres mundos. Tres escenarios. Dos personajes. 108 minutos por delante. Podemos afirmar que es ésta la película más intimista y teatral de Isabel Coixet. Una película marcada por el diálogo, los silencios, los gestos, el color y la lluvia. Nada más. También es ésta una de sus obras más políticas y actuales – no olvidemos asimismo su documental Escuchando al Juez Garzón – en la que responsabiliza sin tapujos a la España de hoy de la vida que podemosllevar. E, indudablemente, Ayer no termina nunca es igualmente una de las películas más arriesgadas de Coixet. Sí, y no sólo por su sencilla y minimalista puesta en escena, sino también por su estructura narrativa. Lo que ocurre es que la valentía no tiene porque ser siempre un añadido cualitativo.
Ayer no termina nunca es el resultado de lo que podía haber sido y no ha sido. Una película que convierte su mayor arma, la palabra, en su mayor enemigo, la artificialidad. Y no sabemos muy bien si son los actores, sus diálogos o aquellos flashes oníricos que constantemente rompen con el ritmo y des-aportan – con permiso – emoción y continuidad. No sabemos si se trata de un problema de dirección – ¿cómo lograr filmar a Candela Peña como si fuera Liv Ullmann? – de creatividad o, simplemente, de duración. El caso es que, aunque en momentos puntuales, y con sumo esfuerzo, entremos en la historia, Ayer no termina nunca no logra generar ningún tipo de comunión con el espectador, precisamente por su falta de naturalidad y frescura; precisamente, porque el sufrimiento nunca llega…
Porque, como ya dijo Aristóteles, lo importante, lo que nos emociona y cautiva, no es el hecho de que sea realmente verdad lo que leemos o vemos… sino que dicha historia resulte verosímil. Y, sinceramente, de la última película de Isabel Coixet, yo no me creo nada…
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