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27 enero, 2013

¿Debemos tomarnos demasiado en serio a Tarantino?


De acuerdo. Reconozco que hubo un tiempo en que me gustaba Quentin Tarantino. Y, ¿a quién no? Era, incluso, cool. Provocativo, moderno, transgresor… Desde su Reservoir Dogsel director forjó un sello inconfundible y, muchos, quedamos prendados de sus historias, de sus diálogos, de sus personajes, de su puesta en escena.
Entre 1992 y 1997 Tarantino rodó el que yo, personalmente, considero su mejor pack, en términos comerciales: Reservoir DogsPulp FictionFour Rooms (The Man From Hollywood) Jackie Brown. Y, ¿después? Tuvimos que esperar seis años hasta el estreno de su nueva y ansiada película, Kill Bill Vol. I, sobre la cual Antonio Gasset, en Días de Cine, afirmó que si bien era incuestionable que fuera una virtuosa obra de dirección, sí era cuestionable que fuera algo más. No iba mal encaminado, pues, en adelante, dudamos acerca de si las películas de Tarantino han devenido algo más que meros ejercicios de lucimiento personal.

Nueve años después de aquel sangriento homenaje a las películas de serie B japonesas que (¿sólo?) gustan tanto a Tarantino, llega Django Desencadenado, su personal homenaje (¡cuántos ya!) al spaguetti western. Y es que, al igual que hiciera en su anterior Malditos Bastardos, el director sitúa la historia en un contexto histórico muy específico. Si antes fuera la Alemania nazi, esta vez se ambienta en el sur de Estados Unidos, dos años antes de la Guerra Civil.
La película cuenta la historia de Django (Jamie Foxx), el esclavo negro al que King Shultz (Christoph Waltz), un cínico cazarrecompensas alemán, promete dar la libertad si le ayuda a atrapar a los hermanos asesinos Brittle. Llevamos, más o menos, una hora de película. Tarantino pisa el acelerador. Django, al lado del alemán, se convierte en un experto cazador de blanquitos, así, vestido con una indumentaria estrafalaria, seguramente, en homenaje a algún filme de cuyo nombre sólo Tarantino se acuerda.

Y así, montado a caballo, junto al Rey Schultz, galopará en busca de un último objetivo: recuperar a su amada Broomhilda (Kerry Washington), esclava como él. La búsqueda llevará a Django y a Schultz hasta Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), el malvado propietario de la plantación Candyland. Hemos llegado, más o menos, a las dos horas de metraje. A partir de aquí, sólo Tarantino sabe hacia dónde cabalga su película.
Django Desencadenado incorpora elementos característicos del universo Tarantino: personajes excéntricos, diálogos absurdamente inteligentes, planos imposibles, escenas musicalmente iconográficas, acciones grotescas, montajes no lineales… violencia, mujeres, sangre, venganza… Sí, todo esto estuvo muy bien. Sin embargo, ahora, resulta un cocktailpesado de digerir, porque Tarantino ya no reinventa, sino que se repite, y a sí mismo, que aún es peor. Y tal repetición convierte sus películas en caricaturas de sí mismas.
Sin embargo, durante buena parte de la película, me sorprendió encontrar a un Tarantino descafeinado, serio en apariencia. Pero, desde luego, el director no tiene freno, y a medida que el largometraje avanza, aumenta la cafeína. Un exceso de grotesco y pesadez: diálogos previsibles, planos rodados para ser guays, escenas violentas interminables… En eso se ha convertido, señor Tarantino. Ya hemos comprobado que dirige muy bien (en mi opinión, sus películas ya sólo merecen la pena por la sublime actuación de sus actores), pero, ¿y?

Ver a Michael Madsen cortar una oreja en Reservoir Dogs mientras baila “Stuck in the Middle With You” dejó a todos boquiabiertos; dos asesinos a sueldo hablando sobre la hamburguesa Royal con Queso en Pulp Fiction resultó casi genial; Robert de Niro descargando balas desquiciado porque ha perdido el coche en el parking devolvió al mejor Tarantino de Jackie Brown; discutir sobre quién descuidó la botella sin tapón en Four Rooms empezaba a resultar un recurso familiar… Pero es que, dieciséis años después, Leonardo DiCaprio todavía come tartas de nata con el revolver en el bolsillo. ¡La gota que colma el vaso!




¿Tomamos en serio al señor Tarantino? Spike Lee lo ha hecho, alegando que ha sido irrespetuoso con sus ancestros. “La esclavitud en Estados Unidos no es un spaguettiwestern de Sergio Leone”. A Quentin Tarantino se lo perdonamos. Es sólo una película, dicen algunos, no hay que tomárselo en serio. ¿De verdad? Me pregunto yo. Como el propio Spike Lee señala, ‘’los medios son muy poderosos. No te duermas. Despierta”. Tarantino no tiene medida.
Lo mejor de Django Desencadenado, esa muela gigante con muelle incorporado haciendoboing boing durante media película. ¡Ah! Y Christoph Waltz (por favor, que alguien le de a ese hombre un gran Oscar ya…)

Por Clara Martínez Malagelada
Publicado en la Revista Digital Under Magazine el 24 de Enero de 2013

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