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14 diciembre, 2009

Nos adentramos en ... Dr.Strangelove, de Stanley Kubrick


Dr. Strangelove or How I learned to stop worrying and love the bomb (Teléfono Rojo. ¿Volamos hacia Moscú? 1963) es un retrato de la Guerra Fría, un tenso conflicto en el que participaron las dos potencias mundiales más fuertes en aquel momento, EE.UU y la URSS. Kubrick describe en su filme la “carrera nuclear”. Sin embargo, el director va más allá de la realidad, cuando uno de los personajes, el general estadounidense Jack D. Ripper, da la orden de atacar el territorio soviético. Nadie podrá detener el ataque, pues solamente el coronel Ripper, quien se suicida, conoce el código para que los aviones militares regresen sin haber lanzado los misiles.



Teléfono Rojo. ¿Volamos hacia Moscú? como el director revela, es una “comedia de pesadilla”, puesto que la historia está filmado bajo un tono satírico y burlesco. Los personajes son caricaturas, así como los son las acciones que llevan a cabo. El talante cómico en que la película narra los acontecimientos contrasta claramente con el tema, pues mientras se debate la posible destrucción de la humanidad, los personajes, irónicamente, se pelean en la sala de Guerra… Los diálogos se tratan con gran cinismo, y el filme resulta cómico debido a lo absurdo de las acciones de los protagonistas, unas acciones cotidianas y triviales dentro de un contexto tan serio y peligroso. Es muy evidente en la escena donde el capitán inglés Mandrake (1er Peter Sellers) trata de hacer una llamada urgente al presidente de EE.UU, pero no tiene moneda de cambio…

Burlándose del mayor peligro que la civilización ha sufrido “gracias” al hombre, el filme ridiculiza la gran paradoja mundial. La historia humana, según el director, está llena de acontecimientos paradójicos: “cinismo, pérdida de los valores espirituales, guerras mundiales, decepción comunista […] Si el mundo moderno pudiera resumirse en una sola palabra sería “absurdo”. La única verdadera respuesta creativa es la versión cómica de la vida”. De nuevo, como en otras películas suyas, Kubrick hace una crítica del autoritarismo, representado aquí por militares y políticos. Sus decisiones son completamente insensatas, y aplican unas leyes que resultan ser del todo ineficaces..

Muffley, presidente de EE.UU (2º Peter Sellers), contacta con el científico alemán Strangelove, (3er Peter Sellers), experto en el funcionamiento de armas de destrucción masiva. El Dr. Strangelove, que da título a la película original, personaje que aparece en silla de ruedas, representa una máquina más que un hombre. Vive en un “estado de delirio provocado por el miedo obsesivo de haber infringido los tabúes de la sociedad, desembocando en la locura”. Por otro lado, este personaje es la encarnación del hombre enamorado de la muerte, de la destrucción y, por lo tanto, de la bomba.

Podemos relacionar la película con el planteamiento freudiano que capta el Malestar en la cultura, puesto que los personajes muestran su lado más agresivo y destructor, al mismo tiempo que se refugian en el sexo y el placer. El conflicto demuestra que los instintos del hombre son más fuertes que las “barreras” racionales que se le impone y deducimos que la humanidad está siempre a un paso de su propia destrucción. Lo estuvo durante la Guerra Fría y, luego, Kubrick ha querido llevar al límite la situación con el cataclismo total. Este planteamiento nos lleva a pensar que ambos instintos, el de vida y muerte, son inherentes al ser humano. Kubrick ya nos presentó tales aspectos en su primer trabajo, El beso del asesino, pero en filmes posteriores, como en La Chaqueta Metálica, el hombre, el arma (la muerte) es un placer, como lo será para el protagonista de La Naranja Mecánica. En la primera película, por ejemplo, los soldados del batallón son obligados a poner un nombre de mujer a sus fusiles. La guerra, la destrucción, así como la propia vida, son fruto del deseo.


Kubrick insinúa tal punto de vista a través de numerosas referencias y metáforas sexuales introducidas en la película, que muestran la enorme vinculación entre el hombre y el placer. Los nombres de los personajes están construidos mediante referencias sexuales. Es el ejemplo, entre otros, del coronel Jack D. Ripper, sustitutivo de “Jack el destripador”, psicópata sexual; el Dr. Strangelove o “Extraño Amor”; Dimitri Kissov (kiss=besar) o el mayor “King” Kong, que aparece leyendo el Playboy. Hay otras referencias en objetos (puros, micrófonos, perfil de los aviones), así como directamente en imágenes (el primer avión aparece en pleno vuelo recordando explícitamente el acto sexual).
Una sociedad masculina (sólo aparece una mujer en el filme) que ha perdido el control no es capaz de percibir la realidad que le rodea. Por un lado, lo vemos a través de la orden que da el coronel Ripper. A lo largo de la película, el personaje está preocupado por un problema sobre la fluorización del agua, que según él estaría provocado por un complot comunista. Su mayor inquietud es su impotencia sexual, que le llevará a ordenar el ataque contra el estado soviético.
Por otra parte, percibimos tal obsesión sexual en la última escena, cuando la bomba destruye la tierra y políticos y militares planean la creación subterránea de una nueva sociedad. Una teoría inhumana en la que por cada hombre habrá diez mujeres, que serán escogidas mediante un ordenador. La locura de este planteamiento, tras haber fracasado el anterior, nos hace pensar que los personajes vuelven a su trabajo sin haber aprendido nada, mostrando la misma actitud fascista y autoritaria de antes.

Leemos la gran ironía del filme en un sugestivo cartel que aparece en territorio americano: “la paz es nuestra profesión”… (“Si vis pacem, para bellum”...). La ironía de tal incongruencia debería denigrar el género humano, pero a través de siglos de civilización el hombre ha tenido semejante voluntad.
La película de Kubrick lo lleva hasta el extremo de la destrucción total. ¿Es el final que nos está destinado? ¿La civilización será capaz de dominar sus impulsos agresivos y evitar así su propia exterminación? Si abrimos bien los ojos veremos el progresivo aumento del miedo y la intranquilidad en el hombre, que según Freud, “están vinculados a su capacidad tecnológica de exterminarse mutuamente”.


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿inquietante fluorización del agua del grifo?