Animales de compañía, de Nicolás Muñoz

Animales de compañía… la película responde a su título.

Este es el planteamiento: una familia acomodada, padre empresario y madre artista; hija mayor casada con un famoso presentador de televisión, a punto de adoptar un niño; hija mediana que vive fuera de casa, rebelde, embarazada de un crítico de arte que años atrás apabulló la exposición de cuadros de su madre (de la chica); hijo pequeño, prototipo de antisistema. Se reúnen todos para cenar en el día del cumpleaños de Félix (el padre).

A partir de aquí, un tema no poco repetido. La felicidad aparente, el discreto encanto de la burguesía… en referencia a Buñuel… los reproches, la envidia, el fuera adentro del núcleo familliar, el rencor, la autoridad… el no-diálogo entre los miembros de una familia que se desconocen completamente. Es más, que ya se aborrecen antes de conocerser. Personajes que aparentan, que fingen, que maquillan sus pensamientos, sus palabras, para que la velada sea maravillosa y puedan así dormir tranquilos.

No resulta una mala película dados los tiempos navideños, en los que el alimento y la fecha nos invitan a estar reunidos, sí, pero sólo físicamente… quizás, aunque el filme no resulte novedoso e incluso por momentos ya no sólo previsible sino aburrido dado su desgastado humor, nos convenga de vez en cuando vernos reflejados (que no todos, pero sí muchos) en imágenes o palabras, y así hacernos recordar que escondernos de nosotros mismos y de la realidad que construimos y nos construye tal vez nos hace ser más felices en apariencia, pero lo que queda dentro de nosotros termina por salir; y entonces reventamos. No nos dejemos llenar el estómago hasta reventar, en ese proceso devendremos puros animales de compañía.